miércoles, 21 de mayo de 2008

María Luz Morosoli nos habla sobre su padre

Queridos alumnos:
Les copio a continuación algunos comentarios que María Luz Morosoli (1930), la mamá del profesor de matemática Julián Mazoni, hizo sobre su padre: el escritor Juan José Morosoli. Creo que plantea algunas cuestiones interesantes para pensar y, quizá, tomar como ejemplo. Morosoli no tuvo la suerte de poder estudiar; ese privilegio le fue arrancado en quinto año de escuela. No conoció lo que es una clase de literatura, por ejemplo; no pudo compartir los tiempos del recreo con sus compañeros de clase, tampoco vivió la tensión, el nerviosismo y la felicidad de una instancia de examen. Por lo que sabemos, se pasó la vida trabjando honradamente. Sin embargo, su talento lo rescató. Pero nada de lo que logró hubiese sido posible sin el amor, la pasión, y el tiempo que le dedicaba a la literatura. Morosoli no alcanzó la felicidad y el triunfo gracias a su talento. El talento solo, como vemos, no sirve de nada. El talento debe estar acompañado de la diciplina y de las ganas. Yo creo que la vida de Morosoli dejó esa bella enseñanza a sus hijas y a todos nosotros que tanto lo queremos sin conocerlo. Los dejo, como anuncié al comienzo, con los comentarios de María Luz.

Mi vida junto a mi padre...
Desde el punto de vista literario considero que no soy quién para opinar así que lo que puedo contarle es sobre cómo fue mi vida junto a mi padre, la cual fue un poco un rompecabezas, porque cuando uno es niño, de 10 o 12 años, uno lo mira como padre y no como escritor. Recuerdo que todas las noches, al irnos a dormir, nos hacía un cuento, nos enfermábamos y nos hacía un cuento.

Sus primeras líneas
Él comenzó a escribir muy jovencito. Hay un equívoco que generalmente se repite y a nosotros nos molesta bastante, ya que no hizo dos años de Escuela, como suele decirse, sino cinco (los dos últimos años en la Escuela Nº1). Conservamos el documento que demuestra que en marzo de 1908 ingresa a la Escuela Nº1, pasando a cursar cuarto año. Al año siguiente, ya en quinto año, consta también en un documento que El 9 de octubre, el Albañil Juan Morosoli retira a su hijo por razones laborales. En ese momento, tenía seis hermanos y como es obvio suponer no es fácil poder mantener una familia tan numerosa. Él era el mayor y debió comenzar a trabajar. Hace poco conocí a un Sr. Aviaga que fue amigo de mi padre y quien me contó que cuando mi abuelo lo sacó de la escuela, los primeros meses trabajó como peón de albañil y en esa época mi abuelo estaba terminando el Teatro Lavalleja. Entonces, yo a veces sueño porque no tengo seguridad, ningún documento que lo avale, que mi padre trabajó de peoncito allí en el Teatro Lavalleja".
A la derecha, María Luz Morosoli (que no les extrañe encontrarla en la calle, pues vive en Minas)
La siesta, el mate y los dichos camperos...
Recuerdo que generalmente solía sestear antes de volver a la Barraca. Luego volvía de tardecita y en verano estábamos en la quinta, había parra, glicinas, y mientras él tomaba mate, nosotras jugábamos. A la noche escribía. Él tenía un escritorio en casa y allí escribía. En la Barraca escribía apuntes, sobre todo de algún que otro dicho de campaña los cuales desarrollaba en sus cuentos. En la Barraca no podía escribir por el incesante ritmo de gente que allí había. En casa tenía acondicionada una habitación y el escritorio donde escribía está en la actualidad en Casa de la Cultura, al igual que su biblioteca. Escribía cuando llegaba del trabajo y muy escasamente luego de la cena. Recuerdo que cuando nosotras éramos pequeñas y nos acostábamos temprano, mi padre le leía a mi madre lo que había escrito. Mi madre era maestra y a veces le corregía las faltas. En los originales se puede apreciar que escribía prácticamente sin faltas porque las correcciones eran escasas. Donamos todo su archivo de originales a la Facultad de Humanidades hace dos años porque, primero lo tenía mi madre, luego me lo traje yo, habían papeles que datan de 1910, no los habíamos cuidado debidamente, no los sabíamos ordenar para aprovecharlos más convenientemente. Entonces, la Facultad de Humanidades creó la Cátedra de Literatura Uruguaya y a ellos donamos unas cuantas cajas llenas de papeles.
El futbolista
Decían que jugaba horrible al fútbol, que era un "pata dura". Tengo una foto como jugador donde los futbolistas estaban cada uno con una camiseta diferente porque no tenían equipo deportivo para todos y donde los hinchas están todos de traje y de sombrero.

Un hombre feliz, gracioso, optimista
Fue un hombre profundamente feliz. Tal vez uno piense que un niño que sale de la escuela a los 9 años, que tiene que trabajar a pulmón desde ese momento, podía ser un hombre amargado o resentido con la vida. Sin embargo él era feliz. Por un lado, en casa de mis abuelos, el criterio de la familia era grandísimo. Por ejemplo, en Navidad nos juntábamos todos, el Día de Reyes era otro día importante. Mi padre fue un hombre de familia.Con sus amigos se carteaba con gran asiduidad y esas cartas también fueron donadas por nosotras.Tenía enorme gracia, hacía chistes, con nosotras y entre amigos. Esa es otra cosa que resulta algo contradictoria porque los cuentos de mi padre son siempre tristes, provocan tristezas, donde todos los personajes son marginados, desamparados, que a veces están contentos solamente porque están haciendo lo que les gusta, pero en definitiva son desgraciados. Eso contradice el espíritu de mi padre, una persona alegre y optimista.

3 comentarios:

leonardo reggina dijo...

esta muy bueno, continuù asù lù queremùs la clasù muchù

Leonardo de León dijo...

Ja.
Graciú, leonardú...

Anónimo dijo...

Esta tooo muy bueno, la verdad es que se entiende chem. Bue me fui continue haci que esta tooo re copado!!! Yo Claudio Alfaro y la clase de 3ero 1 (lo mas grande) bue me fui suerte.